Recostada en su cama, Frida gira un poco la cabeza y mira a la cámara. Su expresión dice mucho del dolor que encierra su cansado cuerpo. Atrás, en la cabecera, hay varias fotografías pegadas. Destacan dos - por tamaño y ubicación -, aquellas donde aparece junto al muralista Diego Rivera.
En una de ellas, la de mayor formato, Rivera se encuentra cargando un pequeño xoloitzcuintle y, a su lado, tocando al perro, Frida que en su mirar refleja la admiración que siente por el pintor. Han pasado ya algunos ayeres desde que se capturó la imagen.
Pese a su estado de salud, ella esta peinada con gruesas trenzas negras que le rodean la cabeza, a la manera – como dijera un periódico de la época – de Tehuantepec, y engalanada con vistosos anillos de colores azul, verde y plata en una de sus manos. Con la otra toca a un perro xoloitzcuintle, cuya piel oscura esta llena de pequeñas manchas que revelan que no se trata de un ejemplar joven.
El perro, con mirar desconfiado, se haya sobre el piso, recargando dos de sus patas en la cama de la convaleciente. La pintora lo toca por que quiere recibir su calor, sentir aquella calidez propia que da la cercanía con otro ser vivo. Calor que a la vez es caricia reconfortante para el alma. El xoloitzcuintle es el perro macho consentido de los Rivera-Kahlo. Es el “Señor Xólotl”, aquel que “firmó” también algunas de las acuarelas del maestro Rivera.
Dicen que los xoloitzcuintles tienen propiedades curativas, que su calor hace disminuir el dolor muscular y de las articulaciones, vencer la inflamación producida por la mala digestión, es decir, es remedio contra el reumatismo, los cólicos y el dolor de estomago. Dolencias bien diferentes a las que encontramos en el códice De la Cruz-Badiano (Siglo XVI) que – refiriéndose a los perros del México antiguo en general – prescribe como ingredientes la hiel, la orina, y los huesos de los canes contra padecimientos como la caspa, la caída de pelo y el mal olor de axilas.
En los pueblos originarios los perros tenían un lugar importante en lo referente a la salud, pues en ellos eran depositados, con solo tocarlos, una serie de males que, de no hacerlo, desembocarían en la muerte o en una grave enfermedad de la persona o de algún miembro de su familia, principalmente de los niños pequeños, como consecuencia del llamado “aire” que puede encontrase al pasar por algunos lugares.
Si bien, la tradición popular, pone en lugar destacado las propiedades curativas del perro contra el “aire”, así como paliativo de diversos dolores, hoy en día los xoloitzcuintles son usados como compañías de personas alérgicas, así como compañeros en una serie de terapias donde el contacto es fundamental. A la manera de modernos terapeutas, al interactuar con las personas, ayudan a mejorar la calidad de vida del ser humano.
Dan tanto cariño que, con el sólo hecho de que nos acompañen, debemos darnos por bien servidos.
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