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Xolotl, el dios perro de los Aztecas | Xolos Ramirez

Identificado algunas veces con el planeta Mercurio, Xólotl, el dios perro, gemelo de Quetzalcóatl, es el que acompaña al inframundo a la serpiente emplumada para robar los huesos que, molidos y mezclados con sangre, darán lugar al hombre. Episodio referencial gracias al cuál sabemos por qué el perro es necesario en las ofrendas funerarias de algunos pueblos mesoamericanos, del por qué se hace importante la presencia de un perro para que el hombre entre al inframundo, al reino de Mictlatecuhtli, señor de la muerte.

 

 

 

Fray Bernardino de Sahagún (S. XVI), religioso de la orden de San Francisco, -palabras más, palabras menos- cuenta en su historia que en Teotihuacán, la ciudad de los Dioses, se realizó una reunión divina para crear al Sol que alumbrara al mundo.

 

 

 

Después de la penitencia y de las ofrendas, llegó el sacrificio. Uno de los dioses, Nanauatzin, el buboso o sifilítico, se convirtió en la estrella y otro, Tecuciztécatl, – el que había tenido temor de lanzarse al fuego - en la Luna. Sin embargo, ambos astros no tenían movimiento. Para solucionar el problema los dioses presente decidieron dar su vida. Pero hubo uno, Xólotl, a quien le dio miedo morir “Y lloraba en gran manera, de suerte que se le hincharon los ojos de llorar”. Así que cuando hizo acto de presencia el Aire que ejecutaría la resolución, huyó.

Primero se escondió bajo una mata de maíz, dando origen a la mata de dos cañuelas (xólotl); luego se refugió en un maguey, dando lugar al maguey de dos cuerpos (mexólotl); y por último, su escondite fue el agua, donde se convirtió en un animal llamado axólotl (ajolote). Ahí fue encontrado y muerto. Pero aún así, los astros no se movieron, fue necesario que el viento comenzara a soplar y ventear reciamente para que el Sol y la Luna se movieran.

 

 

 

A decir de Cecilio Robelo, ese mito al ser conocido por el pueblo fue reelaborado y aplicado a personas, animales y objetos de la vida cotidiana. Así que, cuando el dios Xólotl se metía en la cocina daba lugar al “texolotl” – tejolote -, instrumento de piedra usado para moler en el molcajete; si se metía al corral, era el huexolotl – guajolote -; y si su residencia era el cuerpo de una persona, a esta persona se le nombraba “xolopitli” – bobo, tonto, estúpido -.

 

 

 

La palabra xólotl también recibe numerosas acepciones, de ello dan cuenta los varios vocabularios y diccionarios náhuatl–español y español–náhuatl que se han realizado desde la época virreinal hasta el presente como los elaborados por los franciscanos Bernardino de Sahagún y Alonso de Molina (1571), el de Rémi Siméon y el coordinado por Carlos Montemayor. Así tenemos que xólotl se transforma de región en región y que puede significar paje, acompañante, doble, bufón, juguetón, deforme, arrugado y desnudo, última connotación que se le da “en algunas regiones del centro del país y en Milpa Alta”, D.F. De allí que sea complicado dar una sola definición a la palabra xoloitzcuintle, pues el único vocablo náhuatl del que tenemos certeza de su significado es itzcuintli (perro).

 

 

 

Dios que toma forma de objetos, plantas y animales, acompañante al inframundo y gemelo de una divinidad, representación mítica de la dualidad, no podía más que prestar su nombre para ayudar a designar a un maravilloso can como el xoloitzcuintle, raza mexicana que presenta esa característica: camadas mixtas, individuos con pelo y pelones. En ella la dualidad del pensamiento mesoamericano se hace tangible.

 

Somos Xolos Ramirez, El Mejor Criadero Xoloitzcuintle en México.

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