Introducción El xoloitzcuintle, una de las razas de perros más antiguas del mundo, ocupó un papel fundamental en la sociedad mexica. En la majestuosa ciudad de Tenochtitlán, estos canes eran más que simples animales de compañía: eran guías espirituales, símbolos de estatus, compañeros de vida y, en ocasiones, fuente de alimento ritual. Este reportaje de investigación para Xolos Ramírez explora la vida del xoloitzcuintle en la capital del imperio mexica, revelando su importancia en la vida cotidiana, la religión, la economía y la medicina tradicional.
El xoloitzcuintle en la vida cotidiana mexica Dentro de la ciudad de Tenochtitlán, los xoloitzcuintles eran criados tanto por la nobleza como por la población general. Se les encontraba en los hogares, donde se les apreciaba por su naturaleza leal y su habilidad para proporcionar calor en las frías noches. La falta de pelaje de estos perros los hacía ideales para aliviar dolencias musculares, ya que se creía que su calor corporal tenía propiedades curativas.
La alimentación de los xoloitzcuintles se basaba en una dieta vegetariana, conformada por maíz, frijoles y tortillas. Aunque algunos registros indican que también podían recibir carne, su dieta era principalmente vegetal, adaptada a la economía de los mexicas.
Rol sagrado y mitológico: el xoloitzcuintle como guía espiritual Los xoloitzcuintles tenían un papel central en las creencias religiosas mexicas. Se les consideraba guías del alma en su viaje al Mictlán, el inframundo mexica. Según la tradición, cuando una persona moría, su espíritu debía cruzar el río Apanohuacalhuia, el primer obstáculo hacia el Mictlán. Aquellos que habían sido buenos con los xoloitzcuintles en vida eran guiados por estos perros, quienes los ayudaban a cruzar el río y continuar su viaje hacia el descanso eterno.
El dios Xólotl, representado con atributos caninos, era el protector de los xoloitzcuintles y de los muertos. Se creía que los perros de este tipo tenían una conexión con él y con Mictlantecuhtli, el señor del inframundo. Por esta razón, en muchas ceremonias funerarias, los mexicas sacrificaban un xoloitzcuintle para que acompañara al difunto en su travesía póstuma.
El xoloitzcuintle en la economía y el comercio Los mercados de Tenochtitlán y Tlatelolco, dos de los más importantes del mundo prehispánico, incluían la compraventa de xoloitzcuintles. Se comercializaban con distintos propósitos: como animales de compañía, para rituales religiosos, e incluso como tributo que algunas provincias debían pagar al Imperio mexica.
Aunque la idea puede resultar impactante en la actualidad, los registros históricos indican que algunos xoloitzcuintles eran criados como fuente de alimento en ciertas festividades y rituales. Sin embargo, esta práctica estaba regulada y los perros no eran consumidos indiscriminadamente, sino dentro de un contexto religioso.
Medicina tradicional y el xoloitzcuintle El xoloitzcuintle también desempeñaba un papel importante en la medicina tradicional mexica. Su piel sin pelo y su temperatura corporal elevada hacían que se les utilizara como "terapia de calor" para tratar enfermedades como el reumatismo y problemas musculares. Además, en algunas regiones se creía que el contacto con un xoloitzcuintle podía aliviar problemas respiratorios y dolencias estomacales.
Conclusión El xoloitzcuintle en Tenochtitlán no era simplemente un perro, sino un ser profundamente arraigado en la cultura, la religión y la vida cotidiana de los mexicas. Desde su papel como guía espiritual hasta su función como compañero de los hogares, este noble can ha trascendido los siglos para convertirse en un símbolo de la identidad mexicana.
Hoy en día, Xolos Ramírez continúa con la labor de preservar esta raza ancestral, no solo en su aspecto físico, sino también en su significado histórico y cultural. Al conocer su pasado, honramos su legado y fortalecemos su futuro.
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