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Hablar de la historia del tacto en culturas prehispánicas: el xolo como guía, compañero del alma, medicina de calor.

Ensayo narrativo: El Tacto Ancestral – El Xoloitzcuintle como Guía del Alma y Medicina de Calor

 

En el murmullo de los amaneceres mesoamericanos, cuando el humo del copal se elevaba hacia el cielo como una ofrenda invisible, el tacto era mucho más que un simple sentido: era un puente entre mundos.

 

Las manos sabias de curanderas y abuelas conocían el poder de la piel. Tocaban no solo cuerpos, sino memorias. En ese universo simbólico y profundo, el Xoloitzcuintle caminaba junto al ser humano no como un simple perro, sino como guardián del alma y medicina viva.

 

Para nuestros ancestros mexicas, zapotecas y mayas, el cuerpo no era un ente aislado del espíritu, y por tanto, el tacto era una herramienta sagrada para sanar, conectar y guiar. El Xoloitzcuintle, con su piel cálida, su andar sereno y su mirada antigua, encarnaba una forma de medicina: una medicina de calor, de cercanía, de amor silencioso. Dormir junto al xolo era como dormir al lado de una llama suave. En los días fríos, su calor era bálsamo. En los días de tristeza, su compañía era puente hacia el renacer.

 

Los códices antiguos no lo dicen con palabras, pero lo muestran en imágenes: el xolo sosteniendo al muerto que cruza el río del Mictlán; el xolo al pie del lecho, acompañando al moribundo en su último viaje. A través del tacto, ese perro sin pelo transmitía no solo temperatura corporal, sino algo más profundo: tranquilidad, seguridad, y un tipo de ternura que nace de la empatía ancestral. Era el amigo que no juzga, el guardián que escucha con el cuerpo entero.

 

En Xolos Ramírez, esa sabiduría sigue viva.

 

Cada cachorro xoloitzcuintle que nace en nuestras manos recibe desde sus primeros días no solo alimento y cuidados físicos, sino sesiones de tacto ancestral: caricias lentas, masajes que estimulan su sistema nervioso, el contacto constante de manos humanas que le enseñan que el mundo es un lugar seguro. Sabemos que cada caricia que damos no es solo un gesto de ternura, sino una herencia milenaria. Es el mismo gesto que una partera otomí hizo hace siglos; la misma forma en que un niño maya abrazó a su xolo al dormir.

 

Hoy, cuando el mundo se acelera y la tecnología nos aleja del cuerpo, el tacto con el Xoloitzcuintle se convierte en un acto de resistencia, de regreso a lo esencial. Su piel cálida, su forma de acomodarse en tu regazo, su necesidad de contacto directo, nos recuerda que la salud emocional no está en la velocidad, sino en la pausa, en el abrazo, en la respiración compartida.

 

El Xoloitzcuintle es, entonces, más que un compañero: es una encarnación del tacto como medicina. Una llama que no quema, pero que cura.

 

Xolos Ramírez honra ese legado todos los días, con cada cachorro, con cada sesión de contacto consciente, con cada humano que se reencuentra con su lado espiritual a través de la piel tibia de un xolo.

 

 

Porque donde el tacto es ritual, el vínculo se vuelve eterno.


Y donde hay un xolo, hay un guía que nos recuerda que no estamos solos en este viaje del alma.

Somos Xolos Ramirez, El Mejor Criadero Xoloitzcuintle en México.

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