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Antigüedad del Xoloitzcuintle: Evidencias Arqueológicas e Históricas Prehispánicas

 

Orígenes y antigüedad de la raza Xoloitzcuintle

 

El xoloitzcuintle (o xoloitzcuintli), conocido como perro pelón mexicano, es una de las razas caninas más antiguas de América. Los estudios genéticos y arqueológicos sugieren que los ancestros de este perro acompañaron a los primeros pobladores que cruzaron desde Asia hacia América, y que la raza como tal surgió hace por lo menos 3,500 años (En la cultura azteca, este perro mexicano guiaba a las almas al inframundo | National Geographic).

 

Dicho de otro modo, su presencia en Mesoamérica se remonta al 1500 a.C. aproximadamente, según evidencia arqueológica e iconográfica. Incluso, algunos cálculos sugieren que podría tener más de 7,000 años de antigüedad (Xoloitzcuintle - Wikipedia, la enciclopedia libre), aunque las evidencias concretas de la variante sin pelo abarcan principalmente los últimos 3 o 4 milenios. Cabe señalar que la característica falta de pelo del xoloitzcuintle proviene de una mutación genética (displasia ectodérmica canina) que también causa la ausencia de ciertos dientes (premolares); este rasgo distintivo en el cráneo facilita la identificación de restos óseos de xolos en contextos arqueológicos (En la cultura azteca, este perro mexicano guiaba a las almas al inframundo | National Geographic).

 

Los registros más antiguos de perros domesticados en México datan del 3500 a.C., por ejemplo un fósil de can encontrado en la cueva del Tecolote, Huapalcalco (Hidalgo) (Xoloitzcuintle - Wikipedia, la enciclopedia libre). Para el Formativo Medio (Preclásico), hacia ca. 2000-1000 a.C., ya existían perros plenamente integrados en las incipientes sociedades agrícolas mesoamericanas (El perro en contextos funerarios. Valle de Mascota, Jalisco | Arqueología Mexicana).

 

Diversas razas prehispánicas se desarrollaron en la región, incluyendo el xoloitzcuintle y otros tipos nativos (como el tlalchichi de patas cortas, ancestro del chihuahua) (La antigua leyenda del xoloitzcuintle - UNAM Global). Estudios arqueozoológicos señalan que el origen geográfico del xoloitzcuintle probablemente estuvo en el occidente de México (zona de Colima y estados vecinos), desde donde la raza se dispersó posteriormente hacia el centro y sureste mesoamericano. En resumen, desde tiempos muy tempranos el perro acompañó al ser humano en la región, y el xoloitzcuintle en particular se consolidó como una raza distintiva en Mesoamérica hace milenios, siendo reconocido arqueológicamente en contextos que superan los 3,000 años de antigüedad (En la cultura azteca, este perro mexicano guiaba a las almas al inframundo | National Geographic) (Dogs in Mesoamerican folklore and myth - Wikipedia).

 

Restos arqueológicos descubiertos del Xoloitzcuintle

 

La presencia del xoloitzcuintle en la antigüedad mesoamericana está respaldada por numerosos hallazgos arqueológicos. A continuación se resumen algunos descubrimientos clave de restos de perros asociados a contextos prehispánicos, indicando ubicación, antigüedad estimada (y método de datación cuando es posible) y la cultura correspondiente:

 

Sitio (Ubicación) Cultura/Periodo Antigüedad Evidencia arqueológica
Cueva del Tecolote (Huapalcalco, Hidalgo) Arcaico (precerámico) ~3500 a.C. Evidencia más temprana de perro domesticado en territorio mexicano (Xoloitzcuintle - Wikipedia, la enciclopedia libre). Restos óseos identificados en estratos fechados hacia 3500 a.C. (posible ancestro del xolo).
El Pantano (Valle de Mascota, Jalisco) Preclásico Medio (Formativo) ~800 a.C. Tumba de tiro con entierro humano acompañado por efigies de perro. Indica la concepción temprana del perro como acompañante del difunto hacia el más allá ([El perro en contextos funerarios. Valle de Mascota, Jalisco
Occidente de México (Colima, Nayarit, Jalisco) Preclásico Tardío a Clásico Temprano 300 a.C. – 300 d.C. Numerosas vasijas cerámicas en forma de perro (los “perros de Colima”) halladas en sepulturas. Se encuentran en ~75% de los entierros del Preclásico en esa región ([En la cultura azteca, este perro mexicano guiaba a las almas al inframundo
Tula (Hidalgo) Clásico Tardío (Coyotlatelco) ~650-700 d.C. Sepultura múltiple con ~30 perros (adultos y crías) enterrados junto a restos humanos. En el análisis se identificaron tres razas: xoloitzcuintle, tlalchichi (perro de patas cortas) y perro común (La antigua leyenda del xoloitzcuintle - UNAM Global). Evidencia de prácticas funerarias Toltecas tempranas con perros como ofrenda.
Teotihuacán (Valle de México) Periodo Clásico (Teotihuacano) ~400 d.C. Si bien en la etapa clásica teotihuacana la costumbre de enterrar perros con personas parece haberse interrumpido (La antigua leyenda del xoloitzcuintle - UNAM Global), existe al menos un hallazgo inusual: en una cueva de Teotihuacán se descubrió un entierro de 14 humanos (en su mayoría niños) acompañados por 3 perros, presumiblemente para guiar sus almas en el inframundo (Dogs in Mesoamerican folklore and myth - Wikipedia).
Templo Mayor de Tenochtitlan (Ciudad de México) Posclásico Tardío (Mexica) s. XV d.C. Ofrendas rituales mexicas con restos de perros. En contextos asociados a la piedra de Coyolxauhqui se hallaron esqueletos caninos de al menos 5 tipos diferentes (incluyendo xoloitzcuintles) dispuestos como parte de ceremonias religiosas (Perros) (Perros). Estos perros fueron criados y sacrificados ritualmente como acompañantes funerarios o para otros fines ceremoniales.

 

(En la cultura azteca, este perro mexicano guiaba a las almas al inframundo | National Geographic) Ejemplares de cerámica prehispánica representando perros (xoloitzcuintles). Estas vasijas rituales, típicas del occidente de México, datan de hace ~2,000 años y se hallaban como ofrendas en tumbas; probablemente simbolizaban al perro guía que acompañaría al difunto en su viaje al inframundo (En la cultura azteca, este perro mexicano guiaba a las almas al inframundo | National Geographic) (En la cultura azteca, este perro mexicano guiaba a las almas al inframundo | National Geographic).

 

Como se aprecia, los restos arqueológicos de xoloitzcuintles (y de perros en general) se han encontrado a lo largo de Mesoamérica, desde contextos muy antiguos hasta la época inmediatamente previa a la Conquista. La evidencia más temprana de perros en asociación con humanos en México (siglo XXXVI a.C.) indica la antigüedad profunda de esta relación (Xoloitzcuintle - Wikipedia, la enciclopedia libre).

 

Ya para el Preclásico (siglos VIII-IV a.C.), existen entierros y ofrendas que incluyen perros como parte integral de rituales funerarios (El perro en contextos funerarios. Valle de Mascota, Jalisco | Arqueología Mexicana). En el occidente, las famosas esculturas y vasijas de perros de Colima (generalmente de barro rojo) atestiguan la importancia simbólica de una raza canina sin pelo desde hace ~2,000 años (En la cultura azteca, este perro mexicano guiaba a las almas al inframundo | National Geographic).

 

Del periodo Clásico destacan hallazgos como la tumba de Tula con decenas de canes, que confirma que varias razas (entre ellas el xoloitzcuintle) coexistían y eran utilizadas ritualmente siglos antes de la era mexica (La antigua leyenda del xoloitzcuintle - UNAM Global). Por otro lado, en la gran metrópoli de Teotihuacán (200-600 d.C.) es notable la ausencia relativa de perros en contextos funerarios comunes (La antigua leyenda del xoloitzcuintle - UNAM Global), lo que sugiere un cambio temporal en las costumbres; aun así, se han documentado casos excepcionales como el citado entierro en cueva con tres perros acompañando a los difuntos (Dogs in Mesoamerican folklore and myth - Wikipedia).

 

Hacia el Posclásico, la práctica resurgió: los aztecas y otros pueblos tardíos frecuentemente incluían perros (en especial xolos de pelaje bermejo) como parte de sus entierros y ofrendas** (La antigua leyenda del xoloitzcuintle - UNAM Global) (La antigua leyenda del xoloitzcuintle - UNAM Global)**, consolidando así una tradición milenaria que unía la vida, la muerte y a “el mejor amigo del hombre”.

 

Representaciones iconográficas y registros prehispánicos del xoloitzcuintle

 

La importancia del xoloitzcuintle en las civilizaciones mesoamericanas quedó plasmada no solo en restos óseos, sino también en abundantes representaciones artísticas, iconográficas y registros históricos. A continuación se describen las evidencias de la presencia y rol de estos perros en varias culturas prehispánicas destacadas:

 

En la cultura Mexica (Azteca)

 

Entre los mexicas, el xoloitzcuintle tenía un profundo significado religioso y funerario. Según la mitología mexica, estos perros fueron un regalo del dios Xólotl (deidad del ocaso y la muerte) para la humanidad (En la cultura azteca, este perro mexicano guiaba a las almas al inframundo | National Geographic). Se creía que, al morir una persona, su alma emprendería un arduo viaje al inframundo (Mictlán) y necesitaba la ayuda de un perro para cruzar el río del inframundo (Chiconahuapan). Solo un can de pelaje bermejo o café estaría dispuesto a guiar al difunto en esa travesía (La antigua leyenda del xoloitzcuintle - UNAM Global) (La antigua leyenda del xoloitzcuintle - UNAM Global).

 

Por ello, era costumbre enterrar a los fallecidos junto con un perro de ese color, generalmente un xoloitzcuintle, que fungiría como psicopompo (guía de almas) en el más allá (Dogs in Mesoamerican folklore and myth - Wikipedia). Esta práctica está documentada arqueológicamente (por ejemplo, en entierros aztecas con restos de perros) y también en las fuentes históricas coloniales. Fray Bernardino de Sahagún, en el Códice Florentino (hacia 1570, recopilando saberes prehispánicos), describe que “otros perrillos criaban que llamaban xoloitzcuintle, que apenas ningún pelo tenían, y de noche los abrigaban con mantas”, reflejando el conocimiento de su naturaleza lampiña y los cuidados que recibían (Xoloitzcuintle - Wikipedia, la enciclopedia libre). 

 

El xoloitzcuintle era sagrado para los aztecas. Además de su papel funerario, se le atribuían poderes protectores en vida: se pensaba que ahuyentaba espíritus malignos del hogar y que podía absorber enfermedades de los humanos, actuando casi como un sanador natural (En la cultura azteca, este perro mexicano guiaba a las almas al inframundo | National Geographic).

 

Cronistas europeos notaron estas creencias; Sahagún registró que los aztecas utilizaban el calor corporal de los xolos (que carecen de pelo) como una especie de “bolsa de agua caliente” para reconfortar a enfermos y ancianos (En la cultura azteca, este perro mexicano guiaba a las almas al inframundo | National Geographic).

 

En la vida cotidiana, los xoloitzcuintles también servían como alimento ritual. Las fuentes mencionan que los mexicas los criaban para consumirlos en ocasiones especiales: formaban parte de ofrendas en banquetes ceremoniales, sacrificios e incluso podían sustituir a una víctima en ciertos rituales de sacrificio humano (El perro en contextos funerarios. Valle de Mascota, Jalisco | Arqueología Mexicana).

 

De hecho, junto con el guajolote (pavo), el xoloitzcuintle fue de los pocos animales domésticos disponibles para la dieta mesoamericana, y los conquistadores españoles llegaron a apreciarlos tanto gastronómicamente que casi los llevaron a la extinción por sobreconsumo en el siglo XVI (En la cultura azteca, este perro mexicano guiaba a las almas al inframundo | National Geographic) (En la cultura azteca, este perro mexicano guiaba a las almas al inframundo | National Geographic).

 

Iconográficamente, el perro está presente en el calendario ritual mesoamericano: en la cuenta de 20 días, el décimo día se denomina Itzcuintli (perro) en náhuatl, lo que evidencia su importancia simbólica en la cosmovisión mexica (Dogs in Mesoamerican folklore and myth - Wikipedia). Esculturas y pinturas aztecas también representan perros. Por ejemplo, existe una conocida efigie escultórica mexica de un perro (resguardada hoy en el Walters Art Museum) que muestra un cánido con el cuerpo redondeado, posiblemente indicando que estaba bien alimentado para servir de comida en el más allá (Dogs in Mesoamerican folklore and myth - Wikipedia). En Tenochtitlan, excavaciones del Templo Mayor y otros recintos sagrados han revelado restos de xoloitzcuintles en ofrendas dedicadas a deidades, confirmando su rol ritual.

 

En resumen, para los mexicas el xoloitzcuintle encarnaba un símbolo dual: por un lado era guía y protector espiritual, y por otro, ofrenda y alimento sagrado que conectaba el mundo de los vivos con el de los muertos (El perro en contextos funerarios. Valle de Mascota, Jalisco | Arqueología Mexicana) (Dogs in Mesoamerican folklore and myth - Wikipedia).

 

En la cultura Maya

 

Los antiguos mayas compartieron la noción del perro como acompañante en la muerte y le otorgaron también roles ceremoniales. En la tradición maya yucateca, se decía que los perros guiaban a las almas de los difuntos a través del oscuro inframundo de Xibalbá, ayudándoles a sortear sus peligros (Los perros y sus collares en la antigua Mesoamérica - Enciclopedia de la Historia del Mundo). Escenas pintadas en la cerámica maya del Periodo Clásico (250-900 d.C.) confirman esta creencia: en varios vasos policromos aparecen perros en contextos del inframundo, a veces mostrando a un can transportando una antorcha o guiando a seres humanos fallecidos (Dogs in Mesoamerican folklore and myth - Wikipedia).

 

Estas representaciones sugieren que el perro era un psicopompo en la cosmovisión maya, similar a como ocurría en el altiplano central con el mito del Xolo. Además, desde épocas tempranas los mayas practicaron entierros con perros: en sitios del Preclásico Medio como Ceibal (Guatemala), se hallaron restos de perros acompañando a humanos, datados entre 700-400 a.C. mediante análisis de isótopos y radiocarbono (Mayas empezaron a criar y vender perros hace unos 2.500 años | RTVE) (Mayas empezaron a criar y vender perros hace unos 2.500 años | RTVE).

 

Dichos estudios indican que los mayas criaban y comerciaban perros ya 2,500 años atrás, probablemente con fines ceremoniales (por ejemplo, para sacrificios o banquetes rituales) (Mayas empezaron a criar y vender perros hace unos 2.500 años | RTVE) (Mayas empezaron a criar y vender perros hace unos 2.500 años | RTVE).

 

En el panteón maya, el perro también pudo asociarse a deidades. Si bien la figura de Xólotl es específica del mundo nahua, los mayas tenían concepciones parecidas: en el Popol Vuh (libro sagrado quiché) se narra que tras la creación, los perros vengaron a sus amos maltratadores, lo que refleja la presencia del perro en la mitología maya como agente moral. Iconográficamente, en la escritura jeroglífica maya el glifo tz’i’ (en maya quiché) o ok/oc (en maya yucateco) representa al perro y denomina a uno de los días del calendario de 20 días (Dogs in Mesoamerican folklore and myth - Wikipedia), lo que equivale al día Itzcuintli de los aztecas. Esto demuestra la difusión pan-mesoamericana del simbolismo canino en la cuenta calendárica. También existen incensarios y esculturas mayas con forma de perro; por ejemplo, un incensario del periodo Posclásico tardío con forma de perro (hoy en el museo De Young) sugiere por su vientre redondo que quizás representaba a un perro cebado para ser sacrificado y alimentar el alma de un difunto (Dogs in Mesoamerican folklore and myth - Wikipedia).

 

En entierros de la élite maya clásica (como en Copán, Tikal u otros sitios), frecuentemente se han hallado huesos de perros junto a los restos humanos, reafirmando que el perro real acompañaba a nobles y dignatarios en sus sepulturas (Dogs in Mesoamerican folklore and myth - Wikipedia). En síntesis, en la civilización maya el perro –muy probablemente el xoloitzcuintle u otras razas locales similares– fue un símbolo funerario y ritual importante, plasmado en la iconografía de vasijas y en la práctica de entierros con canes, que enfatizaba su papel de guía y ofrenda en conexión con el inframundo.

 

En la cultura Tolteca (Tula) y otras regiones del centro de México

 

Tras la caída de Teotihuacán (ca. 650 d.C.), muchos pueblos retomaron o continuaron las antiguas tradiciones funerarias con perros. Los toltecas –cultura dominante del centro de México en el Posclásico Temprano, con capital en Tula, Hidalgo– incorporaron a los perros en sus rituales funerarios de manera notable. Durante excavaciones en Tula se descubrió una sepultura (fechada hacia el 700 d.C.) que contenía los restos de unos 30 perros junto con un individuo humano, lo que evidencia un entierro masivo de canes probablemente asociados al difunto (La antigua leyenda del xoloitzcuintle - UNAM Global). El análisis de estos animales mostró que pertenecían a tres morfotipos distintos, entre ellos el xoloitzcuintle y el mencionado tlalchichi (un perro pequeño de patas cortas) (La antigua leyenda del xoloitzcuintle - UNAM Global). Este hallazgo sugiere que los toltecas reconocían y criaban diferentes razas, y que perpetuaron la creencia de que los perros servían para acompañar a los muertos. De hecho, investigaciones señalan que la costumbre de enterrar perros con humanos, tras un hiato durante el periodo teotihuacano, resurgió fuertemente en épocas tolteca y mexica (La antigua leyenda del xoloitzcuintle - UNAM Global).

 

No se conocen representaciones pictóricas toltecas explícitas de xoloitzcuintles, pero la continuidad cultural entre Tula y los posteriores aztecas (que se consideraban herederos de la civilización tolteca) indica que el simbolismo del perro se mantuvo vivo. Es posible que en Tula existieran esculturas o representaciones menores de perros en contextos domésticos o rituales (por ejemplo, figuras de barro), aunque la evidencia principal son los contextos funerarios. En cualquier caso, el registro arqueológico de Tula confirma que el xoloitzcuintle estaba presente en el centro de México varios siglos antes de la llegada de los españoles, cumpliendo roles rituales similares a los observados en la época azteca.

 

En la cultura Teotihuacana

 

En contraste con otras civilizaciones mesoamericanas, durante el apogeo de Teotihuacán (centro de México, ca. 200-600 d.C.) el perro no aparece tan frecuentemente como acompañante funerario. Los arqueólogos han notado que en este periodo desaparece la práctica de enterrar a los difuntos con perros (La antigua leyenda del xoloitzcuintle - UNAM Global), a diferencia de lo que ocurrió antes y después. Las razones no se conocen con certeza, pero podrían relacionarse con cambios en las prácticas religiosas o en la organización social teotihuacana. Sin embargo, esto no significa que los perros no tuvieran presencia en Teotihuacán: se han encontrado restos de perros en contextos domésticos y ceremoniales, e incluso en ofrendas especiales. Un ejemplo notable es el descubrimiento de una cueva asociada a Teotihuacán donde se depositaron catorce cuerpos humanos (principalmente infantes) acompañados por tres perros, aparentemente para guiarlos en el más allá (Dogs in Mesoamerican folklore and myth - Wikipedia).

 

Este caso aislado sugiere que la idea del perro psicopompo no desapareció por completo en Teotihuacán, aunque no formara parte de las prácticas funerarias comunes. Además, en excavaciones de la periferia teotihuacana (como en el barrio de Teopancazco) se han hallado entierros de perros de fechas ligeramente posteriores, durante el periodo de transición Coyotlatelco (siglos VII-VIII d.C.) (Perros) (Perros), lo que indica que tras la caída de Teotihuacán la antigua tradición de los perros de compañía funeraria reapareció gradualmente.

 

Iconográficamente, la cultura teotihuacana dejó abundantes representaciones de animales (jaguares, águilas, serpientes, etc.), pero pocas de perros. Aun así, se conoce algún mural teotihuacano donde figura un coyote o perro en escena de cacería, y objetos como collares caninos han sido reportados. En síntesis, durante el periodo Teotihuacano la evidencia del xoloitzcuintle es escasa, posiblemente relegado a un segundo plano ritual, resurgiendo su protagonismo con mayor fuerza en las culturas posteriores del Epiclásico y Posclásico (La antigua leyenda del xoloitzcuintle - UNAM Global).

 

En otras civilizaciones mesoamericanas (Olmecas, Zapotecas, etc.)

 

Prácticamente todas las culturas mesoamericanas tuvieron contacto estrecho con los perros y dejaron constancia de ello. Los olmecas (civilización madre de Mesoamérica, 1500-400 a.C., Costa del Golfo) ya criaban perros como alimento y para rituales. En el importante sitio olmeca de San Lorenzo, Veracruz (ca. 1200 a.C.), más de la mitad de los restos de fauna excavados correspondían a huesos de perro con marcas de descarnación, evidencia de que los olmecas consumían carne canina ([PDF] LA ARQUEOLOGÍA DE LOS ANIMALES DE MESOAMÉRICA). Pese a ser fuente de alimento, el perro también poseía un matiz sagrado: los olmecas veneraban al jaguar como animal totémico, y veían una estrecha asociación espiritual entre el jaguar y el perro (Los perros y sus collares en la antigua Mesoamérica - Enciclopedia de la Historia del Mundo).

 

Este vínculo se aprecia en su arte y mitos —por ejemplo, figuras de hombres-jaguar con atributos caninos— y sugiere que el perro ocupaba un lugar especial como ser liminal, a medio camino entre lo salvaje y lo doméstico, entre lo terrenal y lo espiritual (Los perros y sus collares en la antigua Mesoamérica - Enciclopedia de la Historia del Mundo) (Los perros y sus collares en la antigua Mesoamérica - Enciclopedia de la Historia del Mundo). Para los olmecas no había contradicción en que el perro fuera a la vez mensajero de los dioses y comida para los hombres (Los perros y sus collares en la antigua Mesoamérica - Enciclopedia de la Historia del Mundo); cumplía con ambos roles en el orden cósmico.

 

En la región de Oaxaca, la civilización zapoteca (Monte Albán, ca. 500 a.C.–800 d.C.) también incorporó perros en sus prácticas funerarias. Arqueológos han encontrado entierros zapotecos en los que se incluyeron restos de perros como parte de las ofrendas, lo que alinea con la noción generalizada del perro como guía del alma. Por ejemplo, en algunas tumbas de Monte Albán se hallaron maxilares de perro entre los ajuares funerarios, posiblemente de xoloitzcuintles, confirmando su papel simbólico. Asimismo, en urnas funerarias de cerámica de estilo zapoteca aparecen figuras zoomorfas que podrían representar perros o criaturas caninas asociadas al inframundo. De acuerdo con síntesis de estudios mesoamericanos, se han encontrado evidencias de xoloitzcuintles en tumbas de culturas zapoteca, tolteca, mayas y azteca, datando la raza en más de 3,500 años de historia común (Dogs in Mesoamerican folklore and myth - Wikipedia).

 

Finalmente, entre los pueblos del occidente y norte de México, así como en zonas periféricas, también hay indicios de la presencia y uso ritual del xoloitzcuintle. En culturas como la purépecha (tarasca) del Posclásico en Michoacán, los perros eran parte de sacrificios asociados con funerales de la nobleza. En el norte de México prehispánico, si bien menos documentado, las crónicas mencionan perros sin pelo utilizados por tribus chichimecas y posiblemente intercambio de estos ejemplares hacia el suroeste de Estados Unidos. Incluso en los Andes sudamericanos se encontró evidencia de perros sin pelo en épocas precolombinas, lo cual podría deberse a una difusión cultural desde Mesoamérica hacia la región andina.

 

En resumen, las representaciones iconográficas y registros prehispánicos coinciden en validar la presencia milenaria del xoloitzcuintle en Mesoamérica y su rol polifacético en las distintas sociedades. Ya fuera en esculturas de barro colocadas en tumbas west-mexicanas hace 2,000 años, en las pinturas de vasos mayas del Clásico, en los relatos míticos aztecas recogidos por Sahagún, o en los restos óseos excavados por arqueólogos modernos, el perro xoloitzcuintle aparece consistentemente como compañero del hombre tanto en la vida como en la muerte. Su antigüedad en la Tierra se refleja en todas estas evidencias: desde los primeros asentamientos agrícolas hasta las grandes urbes prehispánicas, el xoloitzcuintle ha dejado su huella como guardian, guía espiritual y tesoro ancestral de México (Dogs in Mesoamerican folklore and myth - Wikipedia) (En la cultura azteca, este perro mexicano guiaba a las almas al inframundo | National Geographic).

 

 

Fuentes: Se han utilizado investigaciones arqueológicas, antropológicas e históricas de carácter académico para la elaboración de este informe, incluyendo publicaciones especializadas en español e inglés. Las referencias citadas (【】) corresponden a datos extraídos de dichas fuentes, las cuales incluyen artículos de Arqueología Mexicana, estudios arqueozoológicos (UNAM, INAH), reportes de National Geographic en español, textos históricos como el Códice Florentino, y literatura científica reciente (por ejemplo, Journal of Archaeological Science y PNAS), entre otros. Cada cita incrustada remite al fragmento original que sustenta la información expuesta.

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